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Entrevista con Pau Waelder

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Hoy tenemos la oportunidad de entrevistar a Pau Waelder, comisario, escritor e investigador especializado en arte y nuevos medios, y doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

¿De dónde surge tu interés por el new media art?

Estudié Historia del Arte en la Universitat de Barcelona en los años 90 y ya entonces me interesé por el net art. Gracias a que mi hermano mayor es informático tuvimos un ordenador con conexión a Internet en casa hacia 1996 y empecé a explorar qué tipo de arte se hacía en ese medio. Me topé con algunas plataformas de aquel momento, como äda ‘web o los proyectos para web que se crearon en la Dia Art Foundation. Luego empecé a seguir la actividad de Rhizome y durante un tiempo fui colaborador remoto. Tras seguir este arte a través de mi navegador durante unos años, en 2002 visité por vez primera el festival Ars Electronica en Linz, y desde entonces decidí que mi carrera se centraría en el arte de nuevos medios. Este festival fue mi segunda universidad, un lugar en el que aprender y conocer a personas que han sido clave en mi trabajo en las últimas dos décadas. He tenido la suerte de seguir el desarrollo de esta faceta del arte contemporáneo desde un momento en que se movía en círculos relativamente reducidos a su integración cada vez mayor en los museos, galerías, ferias y bienales. Sin duda llegará un momento en el que no podremos establecer una distinción entre arte contemporáneo y new media art, porque todo el arte participará de un modo u otro de la cultura digital y la exploración creativa de las nuevas tecnologías, incluso si el resultado final es una pintura o un dibujo. Es muy interesante seguir esta evolución y aprender de ella. Actualmente me dedico tanto a comisariar exposiciones de arte y nuevas tecnologías como a investigar la evolución del mercado del arte y también a revisar la historia del arte digital gracias a mi colaboración como editor en el DAM Digital Art Museum, un recurso online creado hace veinte años por el galerista Wolf Lieser.

Imagen 1: DAM Digital Art Museum, creado en 2000 por Wolf Lieser, actualmente en proceso de actualización y rediseño con la colaboración de Pau Waelder. Fuente: https://dam.org/.

En pocas palabras, ¿cómo definirías el término digital art collector? ¿Cualquier persona puede convertirse en uno?

Cualquier persona puede coleccionar arte, esta es la primera propuesta de mi libro You Can Be A Wealthy/Cash-Strapped Art Collector In The Digital Age. La segunda propuesta consiste en animar a los coleccionistas a comprar arte digital. Soy consciente de que, en el mercado del arte, aún hay mucho recelo a comprar obras digitales, tanto por el miedo a que la obra deje de funcionar como por la inseguridad acerca de su revalorización futura. A los coleccionistas le gusta disfrutar del arte que poseen, pero también tienen en cuenta su valor económico y esperan que la obra mantenga o aumente dicho valor en el futuro. Para combatir estos temores, explico qué nuevas experiencias aporta el arte digital y qué retos plantea a los coleccionistas, en cuanto no se trata de objetos inertes, sino de procesos que deben mantenerse activos. En definitiva, un coleccionista de arte digital debe tener una comprensión básica del tipo de arte que está comprando, debe apreciarlo y saber cuidarlo, como quien decide tener un jardín y asume que va a tener que regarlo y mantenerlo.

El arte digital también contribuye a democratizar el acceso a las obras de arte, puesto que a menudo está creado para ser distribuido y puede duplicarse fácilmente. Esto significa que cualquiera puede adquirir una obra de arte digital por el precio de un café con leche o un libro de bolsillo, y disfrutarla en su smartphone o tablet. Incluso quienes nunca han comprado obras de arte, pero visitan exposiciones en museos, galerías y bienales, compran todo tipo de merchandising (cuadernos, lápices, tazas, etc.). Por el mismo precio, ahora pueden comprar obras originales en ediciones ilimitadas.

Imagen 2: portadas del libro You Can Be A Wealthy/Cash-Strapped Art Collector In The Digital Age (Frankfurt: Printer Fault Press, 2020). Foto: Printer Fault Press.

En relación con tu nuevo libro, You Can Be A Wealthy/Cash-Strapped Art Collector In The Digital Age, ¿de dónde surge la idea? ¿Cuál ha sido su proceso de desarrollo?

En 2016 obtuve el título de doctor en la UOC con una tesis acerca del mercado del arte. Desde entonces, había estado dándole vueltas a la idea de escribir un libro acerca de cómo se está transformando el mercado del arte gracias a las herramientas digitales, pero no quería que fuese un ensayo de tipo académico, sino un libro accesible al público general. Entonces mi hermano Ian, que es artista visual, me propuso escribir un título para Printer Fault Press, un proyecto editorial que dirige desde Frankfurt y que se ha centrado en libros de artista y ediciones limitadas de obra gráfica. Siguiendo el estilo de la editorial, pensé que lo ideal era crear un manual para coleccionistas que recogiese la información que había ido recopilando en años de investigación, presentándola de una manera que resultase interesante y ofreciese reflexiones claras y soluciones prácticas.

Imagen 3: el libro incluye secciones con consejos prácticos para coleccionistas. Foto: Printer Fault Press.

Inspirado por los libros de artista y el carácter desenfadado de la editorial, escribí el libro con un estilo de comunicación directa, que incluye listas, tablas, gráficos y destacados, en el formato de un manual de consulta. Gracias al apoyo de la editorial y el intenso trabajo realizado por el estudio de diseño Tres Tipos Gráficos de Madrid, el libro tomó forma como un volumen a dos tintas, con numerosos recursos gráficos y tres tipos diferentes de papel. Mi objetivo era crear un libro que no resultase monótono, y que pudiera hojearse e incitar a la lectura desde cualquier página.

La mayoría de los libros que he leído sobre coleccionismo de arte están escritos por coleccionistas o por asesores de arte, y suelen centrarse en las experiencias de los coleccionistas más poderosos y acaudalados. Esto contribuye a la noción generalizada de que coleccionar arte es para los más ricos, y quería combatir esta idea con un libro que explica cómo comprar arte a quienes pueden pagar piezas de varios miles o decenas de miles de euros, además de dirigirme específicamente a quienes consideran que comprar arte está por encima de sus posibilidades.

Por este motivo, el libro tiene dos portadas y está formado por dos manuales para invitar al lector o lectora a decidir si quiere ser un «coleccionista rico» o un «coleccionista low cost». El título se plantea con cierto sentido del humor, empleando una expresión que podemos encontrar en libros de marketing o de autoayuda, pero los lectores y lectoras inteligentes sabrán captar la ironía. En definitiva, el libro busca afirmar que cualquiera puede ser coleccionista y explica cómo embarcarse en lo que puede ser un proyecto personal y vital.

¿Crees que el arte digital es más fácil de falsificar? ¿Qué características tienen en cuenta los coleccionistas para diferenciar una obra digital original de una falsificada?

Todo el arte puede falsificarse. Que se falsifique no depende tanto de si es más fácil hacerlo, sino de si genera un beneficio económico (principalmente) o de otro tipo. A lo largo de la historia se han falsificado numerosas pinturas que han acabado en las colecciones de museos y se han vendido en subastas a precios astronómicos. Personalmente, me preocuparía más la autenticidad de un Andy Warhol que se vende por varios millones de dólares que la de una obra de arte digital que vende una galería que representa a un artista vivo.

Las dudas que plantea el arte digital se centran más bien en la facilidad de duplicarlo, no de falsificarlo. El mercado del arte se basa en la escasez de los productos que vende: un cuadro es una obra de la que solo hay una copia; un grabado, una fotografía, un vídeo o una impresión digital se venden en ediciones de tal vez cinco o diez copias. Un coleccionista que compra una de estas obras quiere asegurarse de que no hay más copias de las que están estipuladas, puesto que, si hubiese más, la pieza que tiene perdería valor económico. No obstante, los artistas que trabajan con medios digitales también ofrecen garantías de autenticidad, principalmente con registros criptográficos y certificados como los que facilitan las galerías para cualquier obra de arte. Más allá de este valor de la escasez, se impone cada vez más el valor de la distribución, que también incide en la valoración económica de la pieza. Por ejemplo, el artista Rafael Rozendaal crea obras en formato de sitio web que, como tales, son accesibles a cualquiera que tenga un navegador. No obstante, el propio código HTML de la obra incluye el nombre del coleccionista, de manera que todos los demás podemos acceder a la obra, pero no podemos pretender que es nuestra. Cuanta más gente vea y disfrute la obra de Rozendaal, mayor será su popularidad y esto finalmente revierte en un mayor valor económico. No importa cuántas copias se distribuyan de una pieza si se puede establecer, sin lugar a dudas, quién es su propietario o propietaria.

¿Consideras que la dependencia de un soporte, estructura o tecnología limita la longevidad del new media art?

Como afirma muy correctamente el artista Casey Reas, cuando alguien compra una obra de arte digital no compra solo un archivo, o un conjunto de píxeles, sino que compra una idea. Esta idea, si está bien definida, puede materializarse con el hardware y el software que se facilitó con la pieza, o bien con un ordenador nuevo, otra pantalla, otro proyector, o incluso reescribiendo el código de programación original. Esto es similar a como se hacen hoy en día los conocidos dibujos murales del artista conceptual Sol Lewitt, que solo requieren de un conjunto de instrucciones y una persona que las ejecute. El arte digital, en la mayoría de los casos, funciona de la misma manera, con una serie de instrucciones y un procesador que las ejecuta. En este sentido, puede ser un arte tan longevo como la pintura o más aún, puesto que no depende de un soporte físico que eventualmente se deteriorará y dejará de existir. El mayor riesgo para la longevidad del new media art no está en el soporte tecnológico, sino en el soporte que recibe de un contexto cultural que lo valora, lo estudia y lo incorpora a colecciones. Las obras que se ignoran quedan olvidadas, y puede que nunca se recuperen, como un cuadro que se descubre en un desván, porque si nadie se ha preocupado por documentarlas, no sabremos cómo debían funcionar originalmente.

Imagen 4: Feral File, plataforma creada por Casey Reas para exponer y vender obras de arte digital en edición limitada. Fuente: https://feralfile.com/.

¿Qué ventajas tiene coleccionar arte digital en contraposición con las formas tradicionales?

En primer lugar, el arte digital generalmente no plantea problemas de espacio y almacenamiento (si es una obra en formato digital, web, o software). Esto puede parecer anecdótico, pero como ya dijo hace años el coleccionista Alain Servais, hay un número creciente de coleccionistas que compran obras sin parar, las acumulan, y luego tienen un problema porque no saben qué hacer con ellas, tienen que almacenarlas y eso les genera costes, así que las intentan vender, lo cual puede conducir a una saturación del mercado. Una obra de arte digital puede estar alojada en un disco duro, se pueden tener varias obras en un mismo ordenador y verlas alternadamente en la misma pantalla o en una videoproyección, o también puede estar en un servidor, o incluso en nuestro smartphone.

Hace unos años que trabajo con Niio, una start-up de Israel que ha desarrollado un sistema para coleccionar videoarte y arte digital que nos permite conservar las obras en la nube, en un servidor seguro, y luego verlas en cualquier Smart TV empleando una aplicación que llevamos en el smartphone. En cierto modo, es como una combinación de Dropbox y Netflix, pero que nos permite gestionar y visionar nuestra colección de arte digital en cualquier pantalla conectada a Internet. En Niio, un grupo de comisarios y comisarias de arte realizamos selecciones de obras que se ofrecen a los usuarios de la plataforma en un modelo de suscripción. Por tanto, es posible disfrutar del arte digital tanto comprando una obra como pagando una pequeña cuota mensual para acceder a selecciones comisariadas de obras. En el segundo caso, pagamos para tener acceso a las obras durante un tiempo limitado, pero al menos podemos experimentarlas sin tener que comprarlas.

A la posibilidad de pagar por una suscripción en vez de comprar, que sería la segunda ventaja, se suma una tercera, que es la gran oferta de obras digitales a precios asequibles para cualquier bolsillo. Cualquiera puede comprar obras digitales que se ofrecen como ediciones digitales en plataformas como Sedition, o también como software descargable en galerías como Left Gallery o incluso en las app stores de iOS o Android.

Imagen 5: Niio, plataforma de almacenamiento y difusión de obras de videoarte y arte digital. Fuente: https://www.niio.art/.

¿Consideras que la pandemia ha modificado ciertos hábitos en el mercado del arte?

Sí, definitivamente, la pandemia, y más concretamente las medidas de prevención de la COVID-19, con el confinamiento de la población en la mayoría de los países, han llevado a un cambio profundo en el mercado del arte, que potencialmente va a ser permanente. Al verse obligadas a cancelar sus eventos presenciales, las principales ferias de arte han optado por crear espacios de venta online. Algunas grandes galerías ya habían experimentado con este formato hace años, con notable éxito, pero ahora la venta online es un fenómeno generalizado, que se articula normalmente a través de las salas de exposición virtual (online viewing rooms, OVR) y de simulaciones en 3D de los entornos habituales de ferias y galerías. Esta dependencia de los entornos digitales ha facilitado a su vez que se preste más atención al videoarte y el arte digital, puesto que son las prácticas artísticas que encuentran en la pantalla su medio natural.

Con todo, vender arte online no ha llevado a las galerías a pasar a vender arte digital, han seguido vendiendo los mismos formatos que suelen ofrecer (principalmente, pintura, escultura, obra gráfica y fotografía). Lo que ha cambiado más significativamente para el arte digital es la eclosión del mercado de las obras de arte registradas como tokens no fungibles (non-fungible tokens, o NFT), que ha generado una auténtica fiebre inversora con la promesa de ventas millonarias.

¿Qué son los NFT y por qué han causado tanto revuelo en el mercado del arte contemporáneo?

Un NFT es un registro criptográfico en la cadena de bloques (blockchain) que representa algo único. Actualmente, un número creciente de artistas registra obras en formato digital como NFT, puesto que eso les permite vender como una pieza única un archivo que puede copiarse infinitas veces. Además, al ser un token no fungible (no intercambiable), permite traspasar la propiedad de la obra fácilmente: quien posee el token puede reclamar la titularidad de la obra. Esto, en el contexto de las criptomonedas, puede resultar muy lucrativo para inversores y especuladores, puesto que las obras digitales pueden revenderse de forma mucho más rápida y efectiva que una obra en un formato tradicional. En los últimos meses se han sucedido ventas espectaculares de obras registradas como NFT gracias al interés que han puesto los inversores en criptomonedas en este tipo de productos. La casa de subastas Christie’s decidió aprovechar la creciente popularidad de este tipo de obras llevando a cabo dos ventas de obras que emplean este registro criptográfico: en octubre de 2020, se subastó una pintura de Robert Alice, Block 21 (2020), como un NFT por un precio de 131.250$; en marzo de 2021, un archivo JPEG titulado Everydays: The First 5,000 Days (2021), creado por Beeple, se vendió por 69.346.250$. Esta última venta ha sacudido el mercado del arte y ha llevado a una auténtica fiebre del oro, en la que artistas e inversores buscan obtener lucrativos beneficios vendiendo NFT.

No obstante, unas cuantas ventas espectaculares no constituyen un mercado sólido. Bajo la apariencia de dinero fácil se ocultan muchos factores desestabilizadores y preocupantes. Uno de ellos es la extrema fluctuación de las criptomonedas: por ejemplo, Ethereum, la criptomoneda que se usó para pagar la obra de Beeple, ha multiplicado su valor por 10 en los últimos meses, lo que significa que si el JPEG se hubiese vendido en mayo de 2020 hubiese costado una décima parte de su precio actual. Luego está el coste de registrar un NFT y ponerlo a la venta, que puede ser de varios cientos de dólares y, por tanto, impulsa a los artistas a vender sus obras a precios más elevados. Estos costes son comisiones de los intermediarios y también tasas por el coste energético que supone generar un registro en blockchain. Según denuncia el artista Memo Akten, el coste energético de los NFT es preocupante: emitir una obra de arte con este registro criptográfico implica el uso de 340 kWh y la emisión de 211 kg de CO2, el equivalente al consumo de electricidad de una persona durante un mes. Teniendo en cuenta que se emiten miles de NFT a diario y que estos a su vez generan más transacciones en la cadena de bloques, sin duda hay que plantearse el impacto medioambiental de una actividad que actualmente está motivada por una fuerte especulación. Actualmente se están tomando medidas para reducir el coste energético de las cadenas de bloques, pero el problema está lejos de ser resuelto.

La burbuja de los NFT va a traer consecuencias que aún son difíciles de discernir. De momento, se está generando un interés sin precedentes por el arte digital, pero gran parte de ese interés es meramente especulativo; no hay interés por las obras como bienes culturales, sino como activos financieros. Personalmente, espero que se imponga progresivamente un tipo de coleccionismo serio que compre obras digitales para conservarlas y no para revenderlas.

Imagen 6: consumo energético generado por un solo NFT, según un estudio realizado por Memo Akten. Fuente: http://cryptoart.wtf/#list=nfts.

¿Cómo crees que será el futuro del art market? ¿Se trasladará al mundo virtual? ¿Dejarán los coleccionistas de asistir a museos, ferias y galerías?

El futuro del mercado del arte estará en los medios digitales. No desaparecerán ni los museos, ni las ferias, ni las galerías, al contrario, asistir a una exposición o encontrarse en un evento se revalorizará, pero se combinarán las ventas en espacios físicos con las que se harán en espacios virtuales. El ritmo del mercado también se va a acelerar, con recursos como los NFT facilitando las ventas e intercambios, y tendencias de coleccionismo extendiéndose de forma viral entre los mercados de los diferentes países, para desaparecer rápidamente y ser sustituidas por otras. También habrá un abanico más amplio de coleccionistas, ya no solo serán personas con grandes fortunas, sino todo tipo de amantes del arte con presupuestos muy variados.

¿Cuál consideras que es la mayor dificultad a la que se enfrentarán los digital art collectors en el futuro?

¡Espero que la mayor dificultad sea escoger entre una gran oferta de obras! Una preocupación habitual de cara al futuro es la obsolescencia programada de los dispositivos y formatos en que se basa este arte, pero como ya he comentado más arriba hay estrategias de conservación y los medios digitales son cada vez más estables y compatibles. Tal vez, en lugar de quedarse obsoletos los dispositivos, se impondrá un coleccionismo más efímero, que no tenga intención de conservar las obras de arte para siempre.


Cita recomendada: MOSAIC. Entrevista con Pau Waelder. Mosaic [en línea], abril 2021, no. 192. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n192.2118


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